Eje central

on martes, 26 de enero de 2016
Nunca había sentido el miedo estando tan rodeada de gente. Siempre había sido en lugares solitarios escogidos con anticipación ante las señales que anunciaban que tendría otro episodio, iniciando con estertores que hacían que acelerara la respiración, acompañado de tremores que recorrían la línea imaginaria que unía su nuca con su muslo con un ritmo que nunca se escucharía en una canción en la radio, el cual habría podido acompañar de alguna danza improvisada y absurda de no ser provocado por el terror, ese que la hacía dejarse caer al suelo y retorcerse de desesperación, y todo porque tuvo que aparecer en ese preciso instante, cuando cruzaba la calle en medio del ya perpetuo río de personas, todas caminando sin importarles por dónde cimentan sus pasos, todas pasando por encima de un obstáculo que nadie se tomó la molestia de de revisar, nadie se dio cuenta de que tenía dedos que habían arañado el suelo ante la impotencia de no poder asirlo y ojos que suplicaban ser vistos porque así se dice todo aquello que es necesario y que lograron hacerlo con los ojos de Elena una fracción de segundo antes de que las terminales que conectan sus globos oculares con su cerebro dejaran de enviar señales eléctricas, que ella siempre se había imaginado como una cadena de cifras en sistema hexadecimal, hasta el tálamo, donde el código es descifrado y crea la imagen que desencadena el pensamiento, que sería el último, de pura y simple dicha por haber encontrado un rostro que al fin pudo situarse frente al suyo para poder decirlo todo porque así es como sucede con las miradas que se encuentran y después de que las conexiones neuronales se rompen y colapsa la red llega la desesperanza que inunda el cuerpo de Elena, la consecuencia de ser la destinataria final del todo de aquel pobre, indefenso ente que en un instante se desvanece en una explosión de perlas y mariposas pero claro nadie más se da cuenta y se desintegran gradualmente en el aire será por el smog será por el desinterés pero Elena ahora sabe que lleva consigo el testimonio de alguien que dijo y no fue escuchado que escribió y no fue leído que gritó y no fue callado pero fue visto y pudo transmitir aquello que es absolutamente necesario y que reside ahora dentro de las pupilas grises de Elena hasta que encuentren otro par de ojos dispuestos no solo a ver sino a mirar.