Verne meets Wells

on viernes, 4 de marzo de 2016
En ese entonces pensar en el año 2000 era algo que parecía lejano. Al menos para un niño de mi edad. Esta noche se parece a las que había de vez en cuando en esa época. Se escucha a lo lejos una fiesta que poco a poco baja de intensidad hasta cesar. En ese tiempo, el dueño de la cantina de la cuadra donde vivía organizaba "discos" en ocasiones especiales (halloween, semana santa, navidad, año nuevo) y yo sabía que tenía que prepararme para una noche en la que no podría dormir con facilidad. Bueno, ese siempre ha sido algo vigente para mí haya fiesta en la calle o no, pero en esas ocasiones el problema se agravaba. Y entre el sonido que salía de las bocinas con los bajos mal ecualizados (ya saben, los típicos que suben todas las perillas del ecualizador para que suene más chido) y que hacía retumbar las ventanas, me quedaba boca arriba en mi cama viendo girar mi ventilador y el leve brillo del crucifijo que colgaba de la entrada a mi cuarto. Sí, mi crucifijo brillaba en la oscuridad. Y digo entrada porque mi cuarto no tenía puerta, solo era un umbral en la pared que dividía el cuarto de mis papás y el mío. Y para entrar al cuarto de mis papás tampoco había una puerta, solo había una cortina color beige muy gruesa. Por esa cortina podía ver las siluetas de mis papás arreglándose en las contadas ocasiones que salían a algún compromiso en la noche. Si bien no fue algo frecuente, es una imagen que perdura en mi memoria, como muchas otras de la misma época e incluso anteriores. Regreso a las noches de ruido: no puedo decir que recuerdo qué cosas pensaba, pero pensaba. Si no, ¿qué otra cosa hacía? Si era en navidad, el efecto de insomnio era doble por la emoción de saber qué aparecería debajo del árbol. Si era en cualquier otro momento, ¿tal vez solo frustración? Lo que sí recuerdo muy bien es el sonido de las chicharras (y ahora que lo pienso, es algo que hace mucho tiempo que no escucho). Solían abundar por el árbol de mango que teníamos en el patio. También recuerdo el árbol de granadas que siempre estaba lleno de hormigas y no sé exactamente cuándo fue que talaron la palmera dejando solo un muñón donde uno podía sentarse. 

Esta noche es como aquellas, aunque ya no hay un ventilador en mi techo ni crucifijo fluorescente y estoy en cuarto que sí tiene puerta. Esta vez sí puedo decir qué pasa por mi cabeza. Además de recuerdos, se hace presente la ansiedad en forma de posibles situaciones que, como siempre, tienden al lado negativo de las posibilidades. Por eso me gustaría poder recordar qué pasaba por mi cabeza en esas noches cuando era niño, quiero recordar qué asuntos se revolvían en mis pensamientos girando vertiginosamente como el ventilador en mi techo. 

Quiero saber qué tan añeja es mi frustración. 

Quiero saber cuál es la tira que deshaga el nudo que sostiene todo el lastre, porque no tengo una navaja a la mano y ver si es lo único que falta para que el globo se eleve. 

Y que el viaje dure más de cinco semanas.

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