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on sábado, 14 de noviembre de 2009
Bien, un día de puente valiosísimo perdido... todo porque mi doctora se tarda una hora o más revisando a cada paciente. Para el noble y desesperado Diego es algo bastante frustrante, ya que hoy planeaba aprovechar todo el día con el proyecto, pero vaya que los cambios bruscos sí afectan. No es lo mismo empezar a las 9 a.m. estando fresco que a las 4 p.m. y con sueño. A eso, añadámosle que el día vino cargado de aburrimiento. Ya me lo imaginaba desde que en la sala de espera, la TV mostraba un programa de música grupera mostrando la inexistente habilidad de los Temerarios para decir trabalenguas, y de paso para leer de una hoja. Es por eso que me pasé el día escuchando música, intentando provocar un estado de inspiración, para así dedicarme a mis deberes.

Quiero salir, que el sol me decolore el cabello y que el viento lo revuelva, caminando a la orilla del mar. Quiero toparme con un vagabundo que me señale hacia el siguiente punto. Quiero que un profeta me hable en parábolas acerca de mi propia vida. Quiero que mi madre deje de pensar que estoy confundido y que comprenda por qué a veces le hablo fuerte. Quiero que, inesperadamente, alguien llegue y me diga lo que quiero escuchar. ¿Será que quiero más de lo común o simplemente deseo lo que cualquier otro? Si es así, entonces deseo no desear, para que el deseo de alguien más sea eso, que yo vuelva a desear.


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