En ese entonces pensar en el año 2000 era algo que parecía lejano. Al menos para un niño de mi edad. Esta noche se parece a las que había de vez en cuando en esa época. Se escucha a lo lejos una fiesta que poco a poco baja de intensidad hasta cesar. En ese tiempo, el dueño de la cantina de la cuadra donde vivía organizaba "discos" en ocasiones especiales (halloween, semana santa, navidad, año nuevo) y yo sabía que tenía que prepararme para una noche en la que no podría dormir con facilidad. Bueno, ese siempre ha sido algo vigente para mí haya fiesta en la calle o no, pero en esas ocasiones el problema se agravaba. Y entre el sonido que salía de las bocinas con los bajos mal ecualizados (ya saben, los típicos que suben todas las perillas del ecualizador para que suene más chido) y que hacía retumbar las ventanas, me quedaba boca arriba en mi cama viendo girar mi ventilador y el leve brillo del crucifijo que colgaba de la entrada a mi cuarto. Sí, mi crucifijo brillaba en la oscuridad. Y digo entrada porque mi cuarto no tenía puerta, solo era un umbral en la pared que dividía el cuarto de mis papás y el mío. Y para entrar al cuarto de mis papás tampoco había una puerta, solo había una cortina color beige muy gruesa. Por esa cortina podía ver las siluetas de mis papás arreglándose en las contadas ocasiones que salían a algún compromiso en la noche. Si bien no fue algo frecuente, es una imagen que perdura en mi memoria, como muchas otras de la misma época e incluso anteriores. Regreso a las noches de ruido: no puedo decir que recuerdo qué cosas pensaba, pero pensaba. Si no, ¿qué otra cosa hacía? Si era en navidad, el efecto de insomnio era doble por la emoción de saber qué aparecería debajo del árbol. Si era en cualquier otro momento, ¿tal vez solo frustración? Lo que sí recuerdo muy bien es el sonido de las chicharras (y ahora que lo pienso, es algo que hace mucho tiempo que no escucho). Solían abundar por el árbol de mango que teníamos en el patio. También recuerdo el árbol de granadas que siempre estaba lleno de hormigas y no sé exactamente cuándo fue que talaron la palmera dejando solo un muñón donde uno podía sentarse.
Esta noche es como aquellas, aunque ya no hay un ventilador en mi techo ni crucifijo fluorescente y estoy en cuarto que sí tiene puerta. Esta vez sí puedo decir qué pasa por mi cabeza. Además de recuerdos, se hace presente la ansiedad en forma de posibles situaciones que, como siempre, tienden al lado negativo de las posibilidades. Por eso me gustaría poder recordar qué pasaba por mi cabeza en esas noches cuando era niño, quiero recordar qué asuntos se revolvían en mis pensamientos girando vertiginosamente como el ventilador en mi techo.
Quiero saber qué tan añeja es mi frustración.
Quiero saber cuál es la tira que deshaga el nudo que sostiene todo el lastre, porque no tengo una navaja a la mano y ver si es lo único que falta para que el globo se eleve.
Y que el viaje dure más de cinco semanas.
Eje central
Nunca había sentido el miedo estando tan rodeada de gente. Siempre había sido en lugares solitarios escogidos con anticipación ante las señales que anunciaban que tendría otro episodio, iniciando con estertores que hacían que acelerara la respiración, acompañado de tremores que recorrían la línea imaginaria que unía su nuca con su muslo con un ritmo que nunca se escucharía en una canción en la radio, el cual habría podido acompañar de alguna danza improvisada y absurda de no ser provocado por el terror, ese que la hacía dejarse caer al suelo y retorcerse de desesperación, y todo porque tuvo que aparecer en ese preciso instante, cuando cruzaba la calle en medio del ya perpetuo río de personas, todas caminando sin importarles por dónde cimentan sus pasos, todas pasando por encima de un obstáculo que nadie se tomó la molestia de de revisar, nadie se dio cuenta de que tenía dedos que habían arañado el suelo ante la impotencia de no poder asirlo y ojos que suplicaban ser vistos porque así se dice todo aquello que es necesario y que lograron hacerlo con los ojos de Elena una fracción de segundo antes de que las terminales que conectan sus globos oculares con su cerebro dejaran de enviar señales eléctricas, que ella siempre se había imaginado como una cadena de cifras en sistema hexadecimal, hasta el tálamo, donde el código es descifrado y crea la imagen que desencadena el pensamiento, que sería el último, de pura y simple dicha por haber encontrado un rostro que al fin pudo situarse frente al suyo para poder decirlo todo porque así es como sucede con las miradas que se encuentran y después de que las conexiones neuronales se rompen y colapsa la red llega la desesperanza que inunda el cuerpo de Elena, la consecuencia de ser la destinataria final del todo de aquel pobre, indefenso ente que en un instante se desvanece en una explosión de perlas y mariposas pero claro nadie más se da cuenta y se desintegran gradualmente en el aire será por el smog será por el desinterés pero Elena ahora sabe que lleva consigo el testimonio de alguien que dijo y no fue escuchado que escribió y no fue leído que gritó y no fue callado pero fue visto y pudo transmitir aquello que es absolutamente necesario y que reside ahora dentro de las pupilas grises de Elena hasta que encuentren otro par de ojos dispuestos no solo a ver sino a mirar.
Precisamente son los swings and a misses los que nos definen. Ahí está nuestra verdadera naturaleza. A veces no es el swing completo, dudamos, lo pensamos mejor. Si es un strike, mejor que no sea el tercero; si es bola, respiramos. Hay que recordar que para ser estrella hace falta fallar siete de cada diez veces. Aunque en este caso, solo se necesita un solo acierto, si todo sale bien. Mientras tanto, uno espera que la curva venga después de la recta.
Pero hay curvas que parecen rectas.
Pero hay curvas que parecen rectas.
No hay más miedo que el que nos tenemos a nosotros mismos. Nos da miedo la inmensidad porque sabemos que al ver dentro de nosotros vamos a encontrar un abismo. Nos da miedo encontrarnos en las personas que tenemos en frente. Alguien ya dio los mismos pasos tímidos que estás dando en este momento. Alguien ya dobló por este callejón para evitar al río de copias de sí mismo. Porque al final estaba alguien como tú, lo suficientemente diferente para darse a notar, lo suficientemente parecida para no tener que pensar mucho. Al final espero a que pases para poder verte alejándote. Flotamos en el vacío sin un propósito aparente. Vivimos para terminar muriendo. Algún día tal vez puedas explicármelo; así sabré si me he encontrado a mí mismo.
Plastic Cup/Domingo, 20:00
Suscribirse a:
Entradas (Atom)